viernes, 6 de agosto de 2010

Adolfo Rodriguez Gil, Mitos y mentiras de la cooperación al desarrollo y de las ONGD (charla-debate)

“Quienes hicieron al paralítico ¿pueden ofrecernos la silla de ruedas?”
  Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina

"No nos den limosnas, déjennos crecer por nuestra cuenta"
 Ernesto Che Guevara, en la Conferencia de Punta del Este de agosto de 1961




Más allá del discurso oficial, de las promesas reiteradas, del ruido mediático, de los espectáculos y de las movilizaciones, el hecho es que la llamada cooperación al desarrollo ha venido reduciendo drásticamente sus recursos desde los años noventa del siglo XX, ha perdido importancia geopolítica y económica, y se ha convertido en auxiliar del capitalismo globalizado y neoliberal.

Hay quien se sorprende de estos cambios y piensa que los gobiernos de los países donantes se han vuelto irresponsables, que no quieren ayudar a la humanidad a salir del subdesarrollo, de la pobreza y del hambre. De ahí los continuos llamamientos a la cordura que realizan los organismos de Naciones Unidas, las ONGD y muchos intelectuales orgánicos de la ayuda.

Pero para entender lo que hoy está pasando, para entender también el espacio que hoy ocupan las ONGD y la progresiva integración en el sistema de éstas, es importante situar el origen de esas políticas que conocemos como “cooperación al desarrollo”.

La Ayuda Oficial al Desarrollo ha sido, desde su nacimiento, un complemento a las estrategias de dominación del capital.

La política exterior fue el factor determinante en la puesta en marcha del sistema de Ayuda Oficial al Desarrollo, tras la Segunda Guerra Mundial. Ésta política nació íntimamente ligada a la “guerra fría” y fue impulsada fundamentalmente por los Estados Unidos, con el objetivo de disputar espacios de influencia a la URSS y, tras las primera ola de revoluciones en los países subdesarrollados (China, Cuba, Vietnam, Corea…), de servir de complemento “civil” en la lucha contra los movimientos revolucionarios, es decir, como política contrainsurgente.

Pero también la cooperación al desarrollo jugó un papel importante en el reparto de influencias entre el llamado bloque occidental. Los Estados Unidos, impulsaron planes para la reconstrucción en Europa y Asía, que les permitieron dar salida a su gigantesca industria militar en reconversión y asentar su influencia política y económica. También, este país, que emergían como la potencia dominante en la posguerra, pero que carecían de un imperio colonial, impulsó la descolonización, en la medida en que ésta les abría el camino a ampliar su presencia política y económica en las antiguas colonias, y la “ayuda” fue un instrumento de la extensión de esta influencia1. Mientras, los países europeos situados en el campo de los vencedores, impulsaron también la “ayuda”, como fórmula para atenuar la pérdida de control que podía suponer la descolonización2. Asimismo, la “ayuda”, o la cooperación al desarrollo como enseguida empezó a llamarse, fue utilizada por todas las potencias, grandes, pequeñas y medianas, como apoyo a los gobiernos “amigos”, como instrumento geopolítico para disputar, crear o consolidar áreas de influencia, como elemento de apoyo en la competencia interimperialista, como complemento de la política de penetración cultural o lingüística, etc. No descubrimos nada nuevo, centenares de documentos y discursos así lo proclamaron.

Es suficientemente conocida y suficientemente clara, la frase que pronunció el Presidente de los Estados Unidos, J.F. Kennedy, en 1960, en un discurso sobre la “Alianza para el Progreso”3:

“La ayuda al extranjero es un método por el cual los Estados Unidos mantienen una posición de influencia y de control sobre el mundo entero y sostienen a algunos países que de otro modo se pasarían al campo soviético”.

Por otro lado, la política económica, sobre todo en su faceta comercial, de inversiones de capital y de promoción de la industria y de la tecnología del Norte, impulsó también la Ayuda Oficial al Desarrollo e hizo que ésta desplegara, entre otros, instrumentos crediticios y de Ayuda ligados a la compra de productos y servicios en el país donante, lo que sirvió, además de para mejorar las exportaciones de los países industrializados, para introducir tecnología y empresas del país donante4. En otros casos, la Ayuda fue la contrapartida para conseguir privilegios comerciales o financieros para los capitales del país donante, o facilidades para instalar sus empresas, conseguir concesiones y explotaciones de recursos naturales, contratos públicos o privados, información privilegiada, etc.

También la Ayuda Oficial al Desarrollo tuvo desde su nacimiento un componente importante de política interior en los países donantes. La cooperación sirvió en su inicio como fórmula política para dar salida a las críticas que algunos sectores sociales plantearon en la posguerra europea, en relación al saqueo que sus países habían llevado a cabo en las colonias y sobre las consecuencias que ese saqueo y esa dominación tenía en los nuevos estados independientes. Más cercano en el tiempo, la cooperación al desarrollo, ha servido también como elemento complementario del mito del Estado del Bienestar (que, en principio llegaba sólo a unos pocos, pero que llegaría poco a poco a todos…) e incluso como espacio de integración en el sistema de movimientos y militantes de la izquierda, especialmente de la izquierda radical y de los llamados nuevos movimientos sociales de los años sesenta y setenta.

Esta combinación de intereses políticos (externos e internos) y económicos de los países donantes, determinaron el nacimiento, los contenidos y los vaivenes de unas políticas que nacen y se mantienen por los intereses de los “donantes” y que nunca han tenido como objetivo lo que dicen proclamar: el desarrollo.

Ya hemos dicho en otras ocasiones que la única cooperación al desarrollo que realmente ha existido es la que indica el sentido gramatical de la frase: es decir la que los trabajadores y trabajadoras de los países subdesarrollados han prestado a los capitales de los países que llamamos desarrollados, y no al revés. Y esto ha venido siendo así desde los inicios del capitalismo, con el establecimiento de un sistema de saqueo que ha utilizado siempre la guerra y el comercio, y también la presencia directa de empresas y capitales. Un sistema que se inició con el colonialismo, continuó con el imperialismo y que se mantiene e incrementa en la globalización neoliberal.

Extracto del capítulo del libro "Tendencias de la cooperación para el desarrollo y futuro de las ONGD", editado en por Paz y Tercer Mundo- Gakoa en 2005

Autores: Alfonso Dubois, Joaquín Arriola, Luis Guillermo Pérez Casas, G. Búster, Adolfo Rodríguez Gil, Carlos Gómez Gil, Carmen Coll, Enrique del Olmo. Prólogo de F. Javier Vitoria Cormenzana

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Página personal de Adolfo Rodríguez Gil 

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